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jueves, 21 de julio de 2011


¿Una muñeca diabólica?
J. A. (El Salvador)


Me imagino que ya habrás visto CHUCKY EL MUÑECO DIABÓLICO, pues esta historia que me la contó un muy buen amigo mío, se le parece mucho a la de la película.
Cuenta él (mi amigo) que tenía una vecina, una chica de más o menos 25 años, no recuerdo su nombre (la llamaremos Brenda). Brenda tenía una preciosa hija, una niña de aproximadamente 2 años, a la cual amaba y cuidaba como a su propia vida. El padre las había abandonado al saber del embarazo, pero esto no impidió que salieran adelante. Brenda trabajaba en un banco de reconocido prestigio aquí en mi país, siendo una de las mejores ejecutivas, a tal punto que empezó a ascender rápidamente y llegó a ser la Subgerente de aquel banco. Algo que trajo como consecuencia los celos y envidias de las demás ejecutivas, entre ellas la mejor "amiga" de Brenda, desde siempre habían sido amigas, se podría decir que eran como uña y carne, es decir inseparables, pero el éxito de una vino a despertar resentimientos y odios ocultos en la otra.
Un día Lunes por la mañana (un día anterior al cumpleaños de la baby de Brenda), como todos los días Brenda se encontraba en su oficina, cuando esta amiga entró y empezaron a conversar sobre los arreglos de la fiesta de cumpleaños que se realizaría al día siguiente, Brenda muy emocionada pensaba como agasajaría a su pequeña.
Sin embargo ese día acontecería algo maligno y peligroso. Era ya Martes por la tarde, el ambiente era festivo, alegre e infantil, lleno de globos, dulces, y pastel. En realidad eran muy pocos los invitados, la mayoría familiares y amigos entre ellos esta loba vestida de oveja.
Llegó la hora de abrir los obsequios y la mayoría eran juguetes, camisitas, falditas, zapatitos... en fin, todo lo que utiliza una niña de 2 años. Entre los juguetes se encontraba esta hermosa muñeca: Ojos azules, pelo rubio, vestidito azul. ¿Adivinen de quién era el obsequio? Exactamente era de esta mujer, quien había planeado algo horrible para dañar a Brenda y su hija.
La pesadilla comenzó esa misma noche. Era medianoche y la niña comenzó a llorar. Brenda, alertada, se levantó a ver qué pasaba, entró al cuarto de la nena y se acercó a su camita. Al no ver el motivo por el cual la niña lloraba, se quedó con ella, hasta quedar nuevamente dormida. A la mañana siguiente la niña amaneció con moretes en los brazos y piernas. Brenda, preocupada, no fue a trabajar y llevó a la niña al médico. El doctor le dijo que esos moretones eran producto de golpes fuertes, y le preguntó a Brenda si su pequeña se había caído de la cama o golpeado con algún objeto. Ella le contestó que no, que prácticamente su madre la cuidaba todo el día, mientras ella trabajaba en el banco. El médico le aconsejó que observara muy bien a la nena, para que no siguiera sufriendo más golpes.
Brenda le comentó este suceso a su "amiga", y ésta con una reacción hipócrita le expresó su tristeza por lo sucedido, pero en su interior se gozaba pues ella bien sabía el mal que había provocado.
Esa noche volvió a suceder algo, a la medianoche la nena lloraba y gritaba, Brenda nuevemente alarmada se levantó para ver qué le sucedía ahora a la niña. Entró a su cuarto y observó que la niña estaba descubierta, la cubrió nuevamente y se quedó con ella, toda la noche. Al día siguiente la nena volvió a amanecer con moretones, pero ahora había algo más: Brenda descubrió pequeñas mordidas en todo el cuerpecito y algunas eran muy profundas. Esto empezó a asustar a Brenda y se lo comentó a su madre. La señora muy extrañada se preocupó, (la madre de Brenda era de esas señoras que creían en maleficios y brujerías), por lo tanto la madre de Brenda se fue inmediatamente a consultar con uno de esos médium (brujos), para saber de una vez por todas qué sucedía, -todo esto, claro, sin el consentimiento de Brenda-.
A todo esto Brenda muy preocupada, y su querida "amiga" se gozaba más y más en su interior. Pasaron los días y la pobre nena no había noche que no fuera atacada por alguien o por algo. Brenda, desesperada, lloraba desconsolada por lo que le pasaba a su nena. Cuando su madre llegó la encontró llorando en la cama, y le dijo que había averiguado algo, que la llevaría a descubrir lo que pasaba. Brenda le preguntó que cómo había averiguado y su madre le comentó que había visitado a un brujo para que le dijera qué estaba sucediendo. Brenda más alterada le dijo: ¿Brujería? ¿mi nena está siendo martirizada por un espíritu?. La madre no le quiso comentar mucho, sólo le dijo: Esta noche velaremos y veremos qué es lo que pasa. Así fue se quedaron en el pasillo frente al cuarto de la nena, con la puerta semicerrada, lo suficiente para poder observar dentro de la habitación.
Faltaban 3 minutos para media noche. Todo estaba listo, ellas observaban fijamente a la nena que dormía plácidamente, luego el reloj sonó dando a conocer que era media noche y sucedió algo que dejó perplejas a ambas: observaron cómo aquella muñeca se levantaba de aquel estante en donde estaba, y caminaba hacia la niña.
Brenda y su madre no lo podían creer, ¡era un juguete que tenía vida!, y al instante observaron que aquella muñeca estaba golpeando y mordiendo a la niña. Enseguida la niña comenzó a gritar. Brenda entró corriendo y agarró a la muñeca y la tiró al suelo, la muñeca tenía los ojos rojos como brasas encendidas, y el semblante de la cara era demoníaco. Trataron de capturarla, pero se les escapó por el pasillo y desapareció.
Al día siguiente Brenda y su madre encontraron a la muñeca tirada en el patio de la casa, inmediatamente la quemaron, y pasó algo increíble... en las cenizas se formó el nombre de aquella mujer que había hecho el maleficio. Y Brenda tremendamente afectada, se puso a llorar, no lo podía creer, su mejor amiga había tratado de dañarla. Brenda renunció a su trabajo y se cambió de vecindario junto a su madre e hija.
Meses después sorprendida leía en el periódico que, aquella mujer que se había hecho pasar por su amiga y que le había hecho el maleficio, la habían encontrado muerta colgando de un árbol detrás de su casa, sin saber los motivos de aquel suicidio.
Extraño ¿verdad?
Así que, como diría mi viejo amigo, no confíes ni de tu propia sombra.

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